Aquí ando yo con un ataque de amor único. Hace semanas que
me lo encontré de casualidad, no lo esperaba, aunque lo añoraba y el
encontrármelo frente a frente casi me da un sincope, pero sobreviví o al menos
día a día me empiezan a funcionar por partes los órganos vitales (sí, eh afixia en buen dominicano que toy y exagerando un
montón).
No sé como no corrí como loca a abrazarlo y apretarlo
fuertemente como solía hacerlo, me tocó enviarle a mis emociones y neuronas el
mensaje de que él está tan cerca de mi que lo puedo tocar y a la vez tan lejos
como años luz, que lo que siento por él, debo guardármelo para mi misma porque
puedo herir a terceros, segundos y primeros, que las razones por las que la
vida me lo presentó en esas alturas, pasaran años y quizás algunas vidas para
poder entenderlo, que mi amor por él es grande y fuerte porque la llama sigue
encendida aunque a veces sienta todo lo contrario.
Y heme aquí, con toda la añoranza del universo, con todo
este amor, esta hambre de él, de comérmelo con la mirada, de molestarlo con mis
pendejadas, de sonrojarme a veces por su mirada en mi anatomía o por sus
palabras, de la química que hubo, de caminar de la mano y reposar mi cabeza en
sus hombros y dar un paseo por calles oscuras, de las cosquillas que me dan por
todas partes cuando él estaba cerca, hambre de amarlo, hambre de que me ame
como solía gustarme. Pero la realidad es la actual, la realidad es que nuestros
mundos son paralelos y que de vez en cuando se cruzaban, así que me queda
aguantar como los machos, respirar, seguir, avanzar y de vez en cuando asomarme
a sus recuerdos como hace días hago.